—¡Ay! —Luciana se asustó y soltó—. ¿Estás bien?
Vicente frunció el ceño y se sobó el brazo.
—Todo bien. Déjame entrar. Solo quiero hablarle.
—No es buena idea…
—Que pase —intervino Martina desde la sala.
Vicente sonrió débilmente y Luciana, a regañadientes, le permitió entrar. Martina lo esperaba sentada en el sofá.
—Siéntate —indicó ella, sin calor.
Vicente tomó asiento, las manos entrelazadas.
—Habla —dijo Martina.
Luciana regresó y se sentó junto a su amiga.
—Verás… —empezó él—. Antes de que tú me confesaras tus sentimientos, yo ya había salido un par de veces con… ella. Mamá nos presentó. Me pareció una buena chica y decidí intentarlo.
—¿Quieres decir que cuando me declaré…? —Martina se quedó lívida.
—Sí —admitió Vicente, con dificultad.
—Entonces, ¿yo era la “otra”? —rió con amargura.
—No, no es así. Tú no sabías nada; el error es solo mío.
—¡Pues claro que es tuyo! —estalló Luciana—. Si ya salías con alguien, ¿por qué aceptaste a Martina?
—Yo… —Vicente balbuceó—. Cuando ella me d