Se reunieron en un café. Apenas sentarse, Luciana volvió a disculparse:
—Perdona, de veras hice el intento.
—No pasa nada… —Luisa buscaba las palabras. No era fácil de digerir, pero una parte de ella se sintió aliviada: quizá eso demostraba que Luciana tampoco era tan influyente sobre Alejandro.
Luciana dudaba cómo introducir el tema Mónica cuando Luisa habló primero:
—¿Podrías ayudarme otra vez?
—¿Ayudarte cómo? —Luciana se sorprendió.
—Al menos tú puedes verlo. —Luisa bajó la voz—. Yo llevo días sin lograr que atienda mis llamadas.
Luciana se extrañó.
—¿En serio no te contesta?
—Nada —murmuró Luisa—. Si consigo verlo cara a cara, sé que lo haré entrar en razón y retomará el proyecto. ¿Podrías arreglar un encuentro?
Luciana reflexionó; también necesitaba algo de Luisa para averiguar el paradero de Mónica:
—De acuerdo, te ayudaré… —aceptó finalmente.
—¡Gracias, Luciana! —exhaló Luisa, aliviada.
—No des las gracias tan rápido. —Luciana alzó la mano—. No lo haré gratis; yo también necesi