Luciana enrojeció; Patricia y Elena estaban presentes, y aunque Alba era muy pequeña para entender, le daba vergüenza.
A la mesa, Alejandro y Luciana se sentaron juntos. Alba se negó a usar su sillita y se acomodó en las piernas de Alejandro, quien lo permitió sin protesta.
Patricia sirvió la pizza recién horneada; Alejandro la cortó en trocitos, sopló para enfriarlos y los fue acercando a la boca de Alba.
—Señor Guzmán sí que es paciente con la niña —comentó Elena, admirada.
Luciana lo observaba; un remolino de emociones se le apretaba en el pecho. Recordó la petición de Luisa y, aprovechando un momento de calma, habló:
—Necesito comentarte algo.
—¿Mmm? —Él la miró mientras acercaba un vaso—. Traga bien, princesa; ahora un sorbito de agua.
—Es sobre… el proyecto de Luisa —dijo Luciana, titubeante—. Si no es imprescindible cancelarlo, ¿podrías reconsiderarlo?
Alejandro parpadeó, sorprendido.
—¿Intercedes por ella? ¿Desde cuándo son tan cercanas?
—No lo somos —aclaró Luciana—. Ella me l