—Dame un segundo… —respondió Luciana, agitando la mano mientras trataba de contener las risas. Cuando por fin se calmó, lo miró con una expresión llena de intención—. ¿Te has puesto a pensar qué pasaría si, en algún momento, “ella” regresara? ¿Qué harías?
—¿Ella? —Alejandro se quedó un instante pensativo y luego negó con una risa un tanto incrédula—. Es imposible, no va a volver.
—¿Tú crees? —Luciana alzó un dedo y lo apoyó en su pecho—. Tú debes de tener, ¿qué?, ¿veintiséis, veintisiete años? Esa “Mariposita” de tu infancia seguramente es más joven que tú. La vida es larga; ¿cómo puedes estar tan seguro de que no aparecerá de nuevo?
El semblante de Alejandro se tornó poco a poco más serio.
—Solo estaba bromeando… —continuó ella, dibujando círculos con el dedo en su pecho—. Nada más imagina: si llega a regresar, ¿en qué lío te meterías? Ya estás atrapado entre Mónica y yo… ¿te imaginas el caos cuando reaparezca la auténtica “Mariposita”? Seguro que ni sabrías qué hacer con nosotras dos