Alessia Rogers Wallace, es la jefa del Hotel-casino Orion en Las Vegas y se ha encargado de seguir el legado que sus padres y abuelo crearon con el negocio familiar, así es, como ella se ha entregado en cuerpo y alma al trabajo, dejando de lado aspectos de su vida personal, que empiezan a golpear a su puerta. Ahora con 37 años, soltera y sin prospectos, empieza a buscar la forma de ser madre, pues es su mayor sueño secreto, pero al ser una figura pública, sus movimientos deben ser cuidados, si no quiere, que los medios se enteren de sus planes y volverla titular de revista de chismes, lo que la llevará a tomar una decisión poco común y buscar una alternativa diferente a la inseminación artificial. Noah Hyde es un padre viudo, de 38 años, que está empezando una nueva vida tras la muerte de su esposa, quien falleció después de una larga y penosa enfermedad que los dejó en la calle por las deudas hospitalarias. Ahora, sin tener cómo asegurarle un futuro a su hijo, está desesperado por conseguir un empleo y un lugar estable en dónde vivir o, por lo contrario, los abuelos maternos de su hijo ganarán la custodia. Es así, como llega a Las Vegas y por suerte o destino, empieza a trabajar con Alessia, la misma mujer con la que pasó una noche intensa de pasión. ¿Podrán el deseo y el amor, combatir contra las dificultades que intentan separarlos?
Leer másAlessia no dejaba de mover sus piernas de forma errática e intermitente, mientras sus ojos no paraban de escrutar al médico frente a ella, solo que, las facciones estoicas del hombre no le daban ninguna luz sobre el resultado en sus manos.
—¿Y, bueno? —se atrevió a preguntar. El médico levantó la mirada y le regaló una sonrisa incómoda, pero que intentó hacer pasar por una tranquila y relajada. —¿Estoy embarazada? Se instaló un silencio entre los dos, que la puso más nerviosa de lo que estaba. Se negaba a dejar avanzar sus pensamientos, solo quería que el médico le contestara. Cuando el hombre negó, ella dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. —Lo lamento, señorita Rogers, el tratamiento no ha funcionado —confesó el médico. Alessia se limitó a asentir, pero no dijo ninguna palabra, pues las lágrimas amenazaron con abandonar sus ojos y no deseaba que nadie la viera triste y derrotada. Ella había sido una mujer exitosa a lo largo de su vida, desde hace doce años estaba al frente del Hotel-casino Orion, reemplazando así a su madre, la gran Alessandra Wallace. Su esfuerzo la había llevado a ser reconocida por sus logros y no por la sombra de su mamá, pero esa misma dedicación a uno de los negocios de la familia y el que más riquezas les daba, la había llevado a ser una mujer solitaria, con muchos deseos románticos frustrados. Mientras que, su hermana Georgia, se había casado y tenido hijos muy joven, ella con treinta y siete años, no había logrado encontrar a un hombre que compartiera sus ideales, que trabajara a su lado y que la llenara del amor que veía en sus padres y hermanos con sus parejas, pero lo que más le dolía, era el no haberse convertido en madre. El sueño secreto de Alessia era el ser madre, tal vez era egoísta al no pensar en la adopción como una opción, pero el hecho de que un ser creciera en su interior, experimentar los cambios de su cuerpo, los antojos, hasta las náuseas y malestares, le parecía una experiencia sublime y anhelaba vivirla, para después tener en sus brazos a una pequeña personita que fuera parte suya, a la que amaría sin reparos. Tras pensarlo mucho, decidió someterse a un tratamiento de inseminación artificial, había llegado al punto en el que no le importaba quién fuera el dueño de la otra mitad de genes que heredaría su hijo o hija, solo le importaba convertirse en madre. Lastimosamente, el resultado acababa de echar por el suelo su sueño, por tercera vez. ¡Tres malditas veces! Tres resultados negativos, que ya se estaban volviendo algo insostenible emocionalmente, en especial, porque nadie de su familia o allegados, sabían eso que había estado haciendo. —Podemos intentarlo una vez más —propuso el médico, pero Alessia negó. —Creo que ha sido suficiente. Gracias por todo —contestó con amabilidad, pero se levantó con prisa de la silla y tras un asentimiento, salió del consultorio como alma que llevaba el diablo. Alessia caminó hasta la puerta de la clínica, iba tan ensimismada, que no se percató de los flashes de las cámaras, hasta que ya fue muy tarde. Los reporteros hablaban y le preguntaban cosas con insistencia, pero ella solo quería salir de ahí con prisa. —¡Señorita Rogers, ¿está haciéndose algún tratamiento de fertilidad?! —preguntó una de las mujeres reporteras—. ¿Tiene pensado ser madre? —interrogó la mujer. Alessia tragó saliva con fuerza, antes de mirar a la mujer y detener su huida. —No, simplemente he venido a uno de mis controles anuales, como cualquier mujer, los médicos de esta clínica son excelentes y uno de ellos me ha tratado desde hace años —explicó. En parte, no era mentira lo del médico, pero todo lo demás sí, bien que lo sabía y le dolía—. Como no hay ningún chisme que ver acá, por favor déjenme pasar, que soy una mujer muy ocupada —pidió con seriedad, mostrándose un poco fría. Apretó el paso hasta llegar a su auto, un lujoso BMW del año, plateado y con vidrios oscuros, puso su huella en la puerta y apenas esta se abrió, ella se metió con prisa. Necesitaba que la oscuridad de los vidrios le diera la privacidad que estaba anhelando desde que escuchó la respuesta del médico. Finalmente, las lágrimas cayeron de sus ojos, así estuvo por pocos minutos en los que las dejó correr libremente, pero al ver las miradas interesadas de los reporteros, encendió el auto y arrancó. Tan solo habían pasado unos minutos, cuando su teléfono empezó a sonar de forma insistente, miró la pantalla y vio el nombre de su hermana. —Hola, Gio, ¿todo está bien? —la saludó, intentando disimular lo que estaba pasando. —¿Por qué estás como noticia de las páginas de chismes? —preguntó Georgia y sus ojos se abrieron. —¿De qué demonios hablas? —inquirió, aunque ya estaba entrando en las páginas principales. Su cara saliendo de la clínica de fertilidad estaba ocupando toda la imagen y las preguntas parecían retumbar en su cerebro. Debió imaginar que no le creerían lo que les dijo, solo que no imaginó que hicieran post tan amarillistas. —¿Es verdad que estabas en la clínica de fertilidad? ¿Qué está pasando, Ale? —insistió Gia. —Solo fui a mi chequeo anual, no fui a nada de lo que están diciendo en ese artículo —dijo, tranquilizando a su melliza. —Me preocupé, Ale. Sabes que puedes contar conmigo para todo, ¿verdad? —Lo sé, tranquila. Más bien, dales un beso a mis sobrinos y recuérdales la cita que tenemos el fin de semana —comentó con falsa alegría, quitándole peso al dolor que llevaba dentro. —Lo tienen presente, están ansiosos por verse con su tía favorita —bromeó Gia, pues Ale era la única tía que sus hijos tenían. —Te amo, hablamos luego. —También te amo, adiós. Alessia miró otro portal de chismes y su cara nuevamente salía, recordándole que su tristeza, solo alimentaba el morbo de los demás. No más, ya no volvería a pasar por algo así, no entendía las razones por las que las inseminaciones no habían funcionado, pues el médico le había asegurado, que ella era una mujer fértil y sana. Su problema era estar soltera y sin pareja. Un pensamiento se atravesó en su mente y no se quiso ir de ahí, por más que intentó esquivarlo. «Solo necesito a un hombre que esté dispuesto a acostarse conmigo en total confidencialidad, sin una relación romántica de por medio…»Grace se moría de ganas de ir a visitar a su amiga y a sus bebitas, ya estaban por cumplir su primer año y les había traído unos regalos especiales de París, pues era un viaje frecuente que hacía junto a su esposo, Pierre, quien tenía negocios y algunos programas de investigación en la universidad.—¿Estás lista? —preguntó Pierre al verla salir del baño, ya con el maquillaje listo y el cabello peinado en unas ondas grandes. Ella asintió.—¿Revisaste los resultados? —interrogó ella, mientras mordía su labio.Pierre sabía que estaba nerviosa, pero no lo quería admitir, así que no la presionó. Se acercó a su esposa, la abrazó para estrecharla contra su cuerpo y olió el perfume de su cabello.—Estás hermosa, mon amour. —Besó sus labios de forma profunda y la miró fijo a los ojos—. No voy a ver los resultados sin ti, así que te esperaré a que estés lista. Si han esperado este mes que estuvimos lejos, seguro que pueden esperar unos días más.Grace no dijo nada, solo apretó sus puños alrededo
Andrea y Rose nacieron sin complicaciones, por parto natural, lo que fue una sorpresa para todos, pero un alivio sin igual. Rose fue la primera en nacer, tenía el cabello oscuro de su mamá, pero los ojos verdes como su padre, mientras que la pequeña Andrea nació rubia y con los ojos azules de su madre. Las dos pequeñas eran la combinación perfecta de sus padres, incluso sus personalidades, que, por el momento, parecían ser similares, aunque, a sus seis meses, seguían muy pequeñas como para hacerse una idea definitiva de sus formas de ser. Rose era más curiosa, siempre mirando todo con intensidad; Andrea, en cambio, parecía más tranquila, a gusto en los brazos de su madre o dormida en el pecho de su padre.Sus nombres los había escogido Alessia y cuando se los propuso a Noah, él no pudo sucumbir ante las lágrimas y la emoción. Esa era la forma en la que Ale elegía honrar a Andrea Rose Evans, mostrarle respeto y cariño, y demostrar lo importante que era en la vida de esta nueva familia.
Se acercó sin decir nada. Se sentó a su lado y le tomó la mano. Estaba helada. Nunca la había visto tan delicada e indefensa.—No tienes que hablar —dijo él en voz baja—. Solo… deja que yo diga algo.Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas.—Me enojé contigo. Mucho —comenzó Noah, sin apartar la mirada de sus dedos entrelazados—. Me sentí traicionado, como si me hubieras arrancado el derecho a vivir todo esto contigo desde el principio. Como si no confiaras en mí.Una lágrima le rodó a Alessia por la mejilla, pero no intentó justificar nada.—Pero hoy… al verte ahí… —Tragó saliva con fuerza—. Alessia, pensé que te perdía. Y no hay enojo que supere ese miedo. No hay orgullo que valga más que lo que siento por ti.Le acarició los dedos con cuidado.—Te amo, Ale. Y no sé en qué momento exacto sucedió, pero te convertiste en el centro de todo. Tú, Charlie y ahora estos dos bebés que tienes en el vientre. Si tú me dejas… yo quiero quedarme. Quiero hacer esto contigo. Todo. Lo bueno, lo
Alessia permaneció en la cama y las lágrimas que había controlado al ver salir a Noah, al final abandonaron sus ojos en dos raudales silenciosos. Ella sabía que la reacción de él era algo que podía pasar y nadie más que ella tenía la culpa, en especial por haberle ocultado el embarazo, pero si tuviera que volver a pasar por lo mismo, lo repetiría, pues todo el tiempo tuvo en cuenta el bienestar de Charlie. El solo imaginar que Noah se hubiese quedado con ella y los bebés, pero que al niño se lo llevaran a un hogar de paso, era algo que no se perdonaría nunca, ni en esta o en otra vida.Ella se sentía sin fuerzas y con la cabeza más confundida de lo normal; sin embargo, se limpió con prisa el rostro al escuchar una dulce vocecita que se aproximaba a la puerta.—¡Ale! —gritó Charlie al entrar a la habitación y corrió hacia ella para saludarla.—Cariño… —contestó de nuevo en llanto, aunque estaba feliz de tener al pequeño de nuevo a su lado. Sus brazos le pesaron una tonelada, para poder
No fue necesario preguntar en dónde quedaba la clínica, pues todos los datos los habían compartido en la revista y solo fue buscar, para llegar hasta ese lugar tranquilo y un poco apartado de caos de la ciudad.Charlie volvió a bostezar y él lo miró por el espejo retrovisor.—Ya llegamos, espera un poco e iremos a comer algo —propuso y el pequeño asintió.Se bajaron de la camioneta, Noah alzó a Charlie, ya no era tan pequeño, pero parecía su escucho ante lo abrumado que se sentía.En la recepción le dieron pronta respuesta de la habitación en la que Alessia estaba hospitalizada. No dio espera y subió al segundo piso.La habitación estaba cerca de la escalera y con cada paso que daba, sentía como si su corazón se fuera a salir. Golpeo suave y escuchó cómo en el interior alguien movía una silla. Al instante se asomó Alessandra y abrió los ojos ante la sorpresa de ver a Noah ahí; tragó saliva con un poco de dificultad y antes de abrir la puerta para dejarlos pasar, salió sin hacer ruido.
Noah no paraba de dar vueltas en su cama, se sentía desesperado al pensar lo que le pasaba a Alessia en la clínica. Necesitaba saber qué fue lo que pasó para que ella terminara internada, pero sabía que esa no era una hora apropiada para llamar a Georgia y llenarla de preguntas.Se levantó de la cama, no tenía sentido seguir ahí sin conciliar el sueño. Llegó a la cocina para prepararse un poco de café, pero vio la luz de la casa encendida y se preocupó por la señora Gretel. Se apresuró en ir a verla y saber si necesitaba su ayuda; sin embargo, al llegar la mujer estaba igual que él. Como ya era costumbre, el insomnio se había hecho parte de su rutina desde hace muchos años y aprovechaba esas horas sin poder conciliar el sueño, para leer un poco y tomarse una taza de su té de frutas favorito.—Señora Gretel, ¿se encuentra bien? —le preguntó al tocar en la puerta trasera.Ella levantó la mirada y le sonrió, aunque le pareció extraño verlo a esa hora en su puerta. Sabía que de vez en cua
Último capítulo