Mientras tanto, en el interrogatorio, el policía prosiguió:
—Explícanos entonces por qué tu auto apareció involucrado en un accidente en el puente que cruza la zona del Camposanto La Paz Eterna y terminó cayendo al mar.
—¿Qué? ¿Mi auto? —Mónica se enderezó con gesto de sorpresa—. Señor agente, mi coche lo dejé hace un par de días en el taller para un servicio. ¡No tenía ni idea de lo que me está diciendo!
—¡Falso! —gritó Luciana en la sala de observación, apretando los puños—. ¡Miente descaradamente!
—Luciana, calma —insistió Alejandro, sujetándola con fuerza—. Los oficiales se encargarán de verificarlo. Ella tiene derecho a dar su versión, ¿recuerdas?
—¿Verificar? —Luciana soltó un bufido—. ¡Que lo hagan ya mismo! No quiero más mentiras. Que se apuren. —Sus ojos ardían de rabia contenida.
Alejandro se volvió hacia Salvador y le hizo un gesto para que acelerara todo lo posible.
—Claro, iré en este instante —asintió Salvador, sabiendo que la angustia de Luciana era legítima y que la men