Alejandro frunció más el entrecejo.
—Es que…
—Ni siquiera es cuestión de hipótesis —cortó ella—. Te lo digo directamente: no voy a disculparme, de ninguna manera.
Luciana soltó la mano de Alejandro y se volvió hacia Martina:
—Vámonos.
—Sí, vámonos —repitió Martina, siguiéndola.
En cuestión de un segundo, Alejandro se quedó pasmado.
—Alex… —Mónica, con una mirada de falsa inocencia—. Lo siento mucho, todo esto es culpa mía…
—No es tu responsabilidad —replicó él con un gesto de frustración—. Luciana te ha dicho cosas fuertes, así que en su nombre me disculpo. De veras, lamento lo sucedido. Debo irme…
—¡Alex! —lo llamó Mónica, pero no hubo manera de retenerlo. Lo vio alejarse con un aire sombrío, incapaz de intervenir.
En la expresión de Mónica se adivinaba un dejo de tristeza, pero también un ligero rastro de complacencia: después de todo, él y Luciana acababan de protagonizar una discusión pública.
***
En el estacionamiento, Alejandro alcanzó a Luciana y le sujetó la muñeca.
—Simón —ord