Capítulo 1330
La enfermera explicó que no sabía que Luciana estaba allí y que justo pensaba llamarla. Ya que coincidían, entrarían juntas. Luciana asintió y dio las gracias. Al cruzar la puerta, dudó un segundo y miró a Juana Díaz; Alejandro la apuró.

—Luci…

—Ya voy.

Por dentro, la expresión de Miguel lucía mejor de lo que Alejandro había imaginado. A Luciana le cruzó por la cabeza una sola idea: “lucidez de despedida”.

—¡Alba ya llegó! —los ojos de Miguel chispearon y extendió la mano hacia la niña.

—Bisabuelo —Alejandro sentó a Alba en el borde de la cama. La pequeña le tomó la mano.

—Eso, así me gusta, que seas buena.

—Bisabuelo, ¿por qué sigues acostado?

—Porque estoy muy, muy cansado —sonrió con una paz que ya no ocultaba la rendición.

—Entonces quédate acostado —dijo la niña, solícita—. Yo me acuesto contigo.

Se acomodó contra su pecho, hecha un ovillito cálido. Miguel, con Alba blanda en los brazos, miró a Alejandro y a Luciana.

—Si al final están ustedes dos… y ella… me voy sin pendientes.

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