—¡Estella…!
Salvador iba a sostenerla, pero ella se lanzó de golpe. Sin decir palabra, le soltó una bofetada a la mujer.
Renato y la mujer no lo vieron venir; el golpe sonó seco. La mujer, atónita, se cubrió la mejilla y fulminó a Estella.
—¿De dónde salió esta loca?
—¿Loca yo? ¡Sinvergüenza! ¡Descarada! —Estella estaba al borde—. ¡Ah…!
Gritando, volvió a embestirla.
—¡Estella! —Renato la sujetó por detrás, con la cara hecha una sombra—. ¿Qué te pasa? ¿Qué haces aquí?
—¿Y tú me lo preguntas? —los ojos se le llenaron—. ¿No dijiste que venías a cerrar un negocio? —señaló a la mujer—. ¿Esto es tu “negocio”?
—¿Me seguiste? —Renato se puso lívido—. ¿No confías en mí?
—¿Confianza? —Estella soltó una risa rota—. ¡A estas alturas me hablas de confianza! Hoy me explicas qué hay entre ustedes. Anoche estuvieron juntos; ¿qué hicieron?
El escándalo atrajo a los curiosos; en Isla Minia siempre hay turistas de sobra.
—Tch —la mujer se ajustó los lentes de sol, alzó el mentón y, con frialdad, miró a