—Luci… —Miguel le aflojó la mano poco a poco—. La vida es corta: no te pelees contigo. Sé un poco egoísta. Acepta a quien te ama y atrévete a quedarte con a quien amas. Inténtalo, ¿sí?
No dijo nombres, pero dio en el centro. Luciana entendió cada palabra.
—Yo… ¿de verdad puedo?
—Piensa si la elección que llevas ahora… de verdad haría felices a todos.
Luciana no supo responder.
Alejandro regresó con el vaso. Al verlo acercarse, a Miguel se le descolgó el peso del pecho. Lo último que podía hacer por su nieto ya estaba hecho. El desenlace, él no lo vería.
—Abuelo —Alejandro acercó el vaso a los labios de Miguel—. Tome, un poco de agua.
—Sí, sí…
Apenas el borde tocó su boca, Miguel cerró los ojos.
Alejandro y Luciana se crisparon a la vez. Luciana alzó a Alba. La niña, intuitiva, no armó escándalo: se acurrucó al hombro de su mamá y la rodeó con los bracitos.
—Abuelo… —Alejandro cayó de rodillas junto a la cama.
Luciana, con Alba en brazos, también se arrodilló. La habitación quedó en un