—Ah…
Antes de acabar la frase, Martina hizo una mueca: Salvador le apretó el brazo con tanta fuerza que dolió.
—¿Qué, como no me topé con un tipo peligroso, quieres ser tú ese tipo? —soltó con una risa seca.
—¡Martina! —frunció el ceño, la voz grave, el gesto sombrío—. Fue una cosa menor. ¿Vas a maldecirte así? Entiendo que estés enojada, pero no hables así de ti.
¿“Cosa menor”…? Vivir juntos no es puro huracán; son estos roces los que te quiebran.
Martina dejó la ironía y habló en serio:
—Sí, estoy molesta. Muy molesta.
—Marti… —él aflojó el tono—. ¿Qué tengo que hacer para que se te pase?
Lo hecho, hecho estaba; solo le quedaba reparar.
—A ver… —pensó un instante—. Si vuelve a pasar lo de hoy —digo: si entre Estella y yo vuelves a escogerla a ella—, nos divorciamos.
—¡Marti! —los ojos de Salvador se oscurecieron—. Estamos de luna de miel. ¿Vas a decir cosas de mala suerte?
—Tch. —ella rio sin humor—. ¿Y quién no me contestó el teléfono y se quedó con su ex? Fuiste tú. ¿Se vale hacer