54:Cuando la paz se quiebra.
Valentino me levantó temprano; yo quería seguir durmiendo, pero por lo visto él no me iba a dejar en paz.
Abrí los ojos despacio y la luz que se filtraba por el balcón me dejó casi ciega. Cerré de nuevo los ojos y me removí en la cama; anoche, después de todo lo que pasó, lloré en silencio por un par de horas, así que lo más probable era que mi rostro estuviera todo hinchado.
—¿Te levantas o te levanto? —me preguntó Valentino. Me tiré la manta por encima del cuerpo, cubriéndome hasta la coronilla.
—Hoy tienes que ir al hospital, necesitan ver cómo están los bebés —dijo.
Y era verdad, pero con todo lo que había pasado se me había olvidado por completo. Me destapé, me senté en la cama y lo miré: tenía los brazos cruzados en el pecho y una expresión seria. Y entonces vi ese chupetón en su cuello, que ahora se veía más brillante. Mis pensamientos volvieron a sus palabras de anoche, dichas tan descaradas como si tuviera derecho a limpiar su conciencia con mentiras: que no había follado