55: Un falso caballero.
Portelli me tendió la mano. Yo la mire por un momento bastante largo y después desvíe la mirada a Santos, que asintió con la cabeza. volví a mirar a Portelli, entonces le di la mano. Él apretó mi mano con mucha fuerza y me ayudó a salir del coche.
—No sé lo que quieres, pero te aseguro que secuestrándome no lo vas a conseguir —le dejé en claro.
Portelli me miró y sonrió, pero no me contestó nada. Simplemente me llevó hasta uno de los coches que lo esperaban; el chófer, de manera amable, me abrió la puerta y yo, aunque temerosa, entré. El interior olía a cuero y a algo frío y metálico; cada movimiento hacía crujir el asiento y mis nervios se tensaban más con ese sonido.
Mi corazón estaba a punto de salirse por la garganta; era tan abrasador el miedo que estaba sintiendo en ese momento que no podía describirlo bien, sólo lo notaba en los huecos del cuerpo, en los dedos que no dejaban de temblar. Me ajusté el cinturón de seguridad y miré hacia delante, intentando calmar la respiración, c