23: Los ojos del enemigo.
Valentino me condujo hasta el lugar donde se encontraban su padre y su abuelo. Los dos hombres me observaron con el ceño fruncido, como si mi presencia les resultara inoportuna. Aun así, yo esbocé una sonrisa cortés y los saludé con la mayor cordialidad posible, intentando disimular el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó su padre con frialdad, sin molestarse siquiera en disimular el desagrado.
El abuelo de Valentino, en cambio, no apartaba sus ojos de mí. Su mirada era tan dura, tan afilada, que tuve la sensación de que podía atravesarme de lado a lado. Tragué en seco; había algo en él que resultaba más intimidante que cualquier arma.
—Es mi esposa —contestó Valentino con serenidad, su tono tan controlado que parecía imperturbable—. Tarde o temprano tendrá que involucrarse en esto.
—Esto es importante —replicó su padre, sin bajar la guardia.
Valentino simplemente asintió, dibujando una ligera sonrisa que provocó en su padre un suspiro res