Francine dejó de saltar en el acto.
Las palabras de Elías resonaron en su cabeza como sirenas de alarma:
“Esta vez, no vas a escapar.”
Necesitaba un plan. Y rápido.
Sin pensarlo demasiado, Francine intentó convencer a Elías de que se metiera en su juego.
—Haz lo que acordamos, Elías. Solo salta la cámara de la entrada de la cocina. Si él pregunta, le dices que no funcionaba, que se dañó, que el archivo se corrompió, cayó un rayo, pasó un espíritu, ¡inventa cualquier cosa!
Elías giró lentamente en la silla, mirándola con un cansancio que venía del alma.
—Sal de aquí, Francine. Y no regreses hasta que tengas un panecillo de queso guayaba para mí.
Francine juntó las manos como si agradeciera un milagro.
—Te voy a traer hasta dos.
Salió corriendo de la sala con una sonrisa enorme en el rostro, pero el corazón todavía acelerado.
Había escapado.
Por ahora.
Dorian entró en su habitación y lanzó el saco sobre el sillón con más fuerza de la que quería.
Abrió la camisa despacio, fue al baño y e