Francine colocó el último plato sobre la mesa y se preparaba para retirarse discretamente, cuando escuchó la voz grave detrás de ella:
—¿Eres nueva aquí?
Se congeló. Respiró hondo.
“No te gires. No sonrías. No te delates.”
—No, señor —respondió sin inflexión, casi en un susurro.
Dorian giró lentamente el cubierto entre los dedos.
—Curioso. Tengo la impresión de haberte visto antes. En algún lugar… más interesante.
Francine mantuvo los ojos fijos en el suelo.
“Calma. Respira. Entrenaste para esto.”
La voz le salió baja, pero lo bastante firme:
—Tal vez en otra vida.
Dorian arqueó una ceja.
Una respuesta ingeniosa para alguien que apenas hablaba.
—¿Y sonríes en esta vida… o solo en la otra?
Francine tragó saliva. El corazón le latía en el cuello.
Pero apenas se giró lo suficiente para hacer una reverencia contenida.
—¿Puedo retirarme, señor?
Dorian apoyó el codo en la mesa y llevó los dedos a los labios, como si pensara.
—Aún no. Quédate un poco más. Tal vez tú me saques una sonrisa...