La ubicación llegó con un mensaje breve de Dmitry: La tenemos.
Evelyn estaba en Rusia.
Una mansión bien cuidada, rodeada de seguridad privada, cámaras, y probablemente llena de hombres dispuestos a morir por ella, pero ya no me importaba nada de eso. Ella cruzó la línea, y esta vez no habría redención.
La sangre de mi hijo derramada por su culpa seguía pesando en mi pecho. El recuerdo del dolor en los ojos de Alina cada vez que despertaba en medio de la noche, aferrándose a su vientre… No, esta vez no habría trato, ni palabra, ni perdón.
Salimos esa misma noche.
Treinta hombres, todos armados hasta los dientes. Rostros serios, preparados para la guerra. Dmitry iba a mi lado en uno de los vehículos, con su fusil al hombro y una expresión imperturbable. Sabíamos lo que íbamos a hacer, y sabíamos que no todos volverían.
Cuando llegamos al perímetro de la mansión, el silencio era tenso. Las luces del lugar se alzaban como una burla al luto que pronto llegaría. Me coloqué los guantes, bajé