—¿Hola? Ricardo, este... después del funeral, ¿puedes pasar por mi casa un rato?— Marina se sentía rara, como si estuviera llamando a los papás frente al profe.
Miró de reojo a su hermana, que seguía ahí con una cara tranquila, como si nada.
—¿Todo bien? ¿Pasó algo? —preguntó Ricardo, notando que algo raro había, pero sin imaginarse que tenía que ver con la familia. Después de todo, esa misma mañana Marina le había dicho que quería mantener todo en secreto.
—Es que... mi hermana se enteró de que nos casamos. Quiere que vengas a casa. —Marina bajó un poco la cabeza mientras lo decía, como si estuviera confesando que se había escapado de la casa para irse de fiesta.
Ricardo suspiró, aliviado.
—Ah, bueno. Dime qué les gusta a tus familiares y cuántos son, así llevo algo para todos. Aunque... después del funeral seguro va a ser tarde.
—No te preocupes, yo te espero. —le dijo Marina, miró a su hermana de reojo, cortó la llamada y le escribió un mensaje a Ricardo. No se olvidó de pedir