Esa noche, en el estacionamiento subterráneo.
María alcanzó a escuchar su celular sonar, pero Teresa, con un movimiento rápido, la jaló directo al carro.
María gritaba, pataleaba, con la esperanza de que alguien la oyera. Pero no le sirvió de nada. Teresa la golpeó con una llave de mecánico. ¡Y María no aguantó ni un golpe! Ni siquiera necesitó mucha fuerza para noquearla...
Tuvo que meterla al maletero y limpiar toda la sangre. ¡Qué fastidio! Ni muerta dejaba de ser un problema.
Mientras manejaba para deshacerse del cuerpo, a Teresa se le ocurrió un plan.
Regresó a su casa, limpió bien el teléfono que había usado para contratar al tipo que iba a matar a Perla, pasándole alcohol por todos lados. Se puso unos guantes de látex, sacó la ropa de María del maletero y se la puso.
Se arregló el pelo, se fue al estacionamiento del hospital y se llevó el carro de María. En un tramo donde no había cámaras, colocó el cuerpo en el asiento del copiloto. Manejaba rumbo a un río lejano.
Cuando llegó,