—Ricardo, qué bueno que llegas justo a tiempo. ¿Puedes revisar cómo está mi hermana? ¿El veneno le afectó los ojos? ¿Puede usar el teléfono? —dijo Marina, mirando a Ricardo mientras le lanzaba una mirada cómplice a Perla.
Ricardo no pudo evitar sonreír al acercarse. ¿No se daba cuenta de lo tierna que se veía con esa expresión?
Le llegaba directo al corazón.
Se acercó y le revolvió el cabello a Perla, con una sonrisa llena de cariño:
—¡Todo bien!
Perla los miró, sorprendida por la escena tan melosa, y no pudo evitar sentirse incómoda. ¡Apenas amanecía y ya estaban tan acaramelados frente a ella!
Ricardo se contuvo, dejó de acariciarla y le hizo una seña al médico que venía detrás para que revisara a Perla.
Ella se dejó mover como una muñeca, sin decir mucho, mientras el médico hacía su trabajo.
—La recuperación… —empezó a hablar el doctor, pero Ricardo lo miró serio. El médico entendió de inmediato, se acomodó las gafas y cambió el tono.
—Bueno, la recuperación no va tan rápido. Lo má