En la mansión de los Piccolo, los hombres de la familia se juntaron para cenar. Natalia no dijo nada, solo bajó la cabeza y comió en silencio, con una cara triste. Rodrigo y don Bernardo hablaban sobre los proyectos de la empresa.
Don Bernardo miró a Natalia con desdén y luego le preguntó a su nuera:
—¿Qué pasó en la visita para pedir disculpas hoy? ¿Viste a William?
A don Bernardo no le importaban los sentimientos de Perla; lo que necesitaba era que William manejara todo. Si él lo perdonaba, la colaboración entre las familias podría seguir sin problemas.
Bianca tomó un poco de sopa antes de hablar:
—El señor William probablemente ya se fue a la empresa, solo vi a Perla. Aceptó las disculpas y los regalos, pero dijo que lo de la colaboración es cosa de ustedes, los hombres, porque ella no sabe nada de sus negocios.
Don Bernardo miró a Perla, molesta.
—¡Qué buena eres para echarle la culpa a otros!
Entonces, recordó la cara de Perla, que se parecía mucho a la de Lorena…