Alba
El aroma del café aún flota en la casa cuando salimos de la oficina. El sol está más alto ahora, filtrándose a través de las ventanas tintadas del coche de Sandro. Mi corazón late con fuerza, una combinación de miedo y emoción. Hoy, ya no soy solo Alba, su esposa, su deseo... hoy, soy un elemento de su imperio.
Sandro no habla durante el trayecto. Sus manos están firmemente posadas en el volante, sus ojos fijos en la carretera, pero siento su atención constante sobre mí, como si cada movimiento que hiciera pudiera ser crucial.
— Respira, murmura finalmente, su voz baja, áspera, llena de autoridad y ternura a la vez. Observa. Aprende. Y sobre todo... nunca muestres debilidad.
Asiento con la cabeza, tratando de dominar el temblor de mis manos. Sé que tiene razón: en este mundo, cada detalle cuenta, cada expresión, cada silencio. Un error y todo puede desmoronarse.
Llegamos frente a un edificio discreto, pero imponente. La entrada está custodiada por dos hombres masivos, silenciosos