ALBA
La mesa es demasiado larga para los cuatro.
El cristal vibra con el más mínimo movimiento. El brillo de las velas tiembla sobre los platos, como si incluso la luz dudara en quedarse.
Sandro está sentado a mi izquierda. Demasiado cerca y demasiado tranquilo. Ocupa el espacio como si lo hubiera diseñado. Cada detalle de esta cena, los manteles marfil, el vino raro, el menú escrito a mano, es una declaración de territorio.
Frente a mí: mi padre, erguido como un estaca. A su izquierda, mi madre, vestida con cuidado, pero los hombros demasiado rígidos para hacer como si nada. Luisa está a la derecha de Sandro. Habla poco, observa todo. Paul también está allí, entre mis padres. Y yo… espero a que comience. Aunque sé que ya está en marcha.
— Este risotto está muy bueno, susurra mi madre, en un gesto desesperado hacia la normalidad.
— El chef es siciliano, responde Sandro con una facilidad que me dan ganas de romper mi vaso. Vive aquí desde hace diez años. Cocina para aquellos que saben