Capítulo 3

La imagen de Maximiliano arrodillado junto a Sofía y el bebé se me quedó grabada mientras salíamos de la clínica. Su rostro, por un instante, había perdido esa máscara de CEO intocable, mostrando una vulnerabilidad que me sorprendió.

De vuelta en el carro, el silencio era espeso. Maximiliano parecía absorto en sus pensamientos, mirando fijamente por la ventana la noche oscura de Caracas. Yo, por mi parte, repasaba en mi cabeza todo el torbellino de mi primer día. ¡Vaya debut! De asistente recién graduada a testigo de un drama familiar de alto calibre en cuestión de horas.

El chofer me dejó cerca de mi edificio. Agradecí en silencio no vivir en una de esas torres de cristal relucientes donde trabajaba. Mi edificio era más… normal. Un bloque de apartamentos de ladrillo visto, con luces cálidas en las ventanas y el murmullo familiar de la vida cotidiana.

Subí las escaleras con el cansancio pegándose a mis huesos. Al llegar a mi puerta, saqué las llaves. Mi apartamento era mi santuario: pequeño, acogedor y lleno de mi personalidad desordenada. Libros apilados en las mesas, tazas de café a medio lavar y la luz cálida de las guirnaldas que nunca quitaba.

Lo primero que hice fue llamar a mi mamá. Necesitaba su voz de ancla después de tanta intensidad ajena.

-¡Mami! ¡Llegué! ¿Cómo estás? - Dije, dejando caer mi bolso en el primer hueco libre que encontré en el sofá.

-¡Ay, Clarita, mi amor! ¿Y cómo te fue hoy? ¿Ese jefe tuyo es tan serio como suena? - Su preocupación maternal siempre era reconfortante.

-Mami, el tipo es… otro nivel. Parece un robot a veces. Pero hoy… hoy lo vi en otra faceta. Digamos que tuvo un problemita familiar. Pero nada grave. ¿Y tú? ¿Todo bien por allá? - Traté de desviar el tema. Discreción ante todo.

-Bien, mi niña, aquí todo tranquilo. ¿Y el trabajo en sí? ¿Mucha cosa?

-Sí, mami, bastante. Agenda apretada, llamadas a cada rato, hasta me tocó averiguar sobre vuelos privados. Imagínate mami ¡Yo, que agarro el Metro pa’ todos lados! Pero bueno, ahí voy aprendiendo. Daniela, la otra asistente, es chévere y me está guiando.

Seguimos hablando un rato más sobre mi día, las excentricidades del jefe y las predicciones de mi mamá sobre mi futuro ascenso meteórico. Después de colgar, me preparé una arepita rellena de jamón y queso y me acurruqué en el sofá con la intención de ver alguna serie y desconectar mi cerebro frito.

Pero el destino, al parecer, tenía otros planes para mi noche. Justo cuando le di play al primer episodio, sonó el timbre. Fruncí el ceño. No esperaba a nadie. Miré por la mirilla y mi corazón dio un pequeño vuelco.

Era Gabriel. Alto, con esa barba de unos días que le daba un aire de “ soy un chico malo irresistible” y una sonrisa que siempre lograba ablandar mi lado más cínico. Gabriel, mi ex con derecho a roce. Terminamos hace unos meses de forma civilizada, sin dramas ni promesas rotas, pero esa conexión puramente física a veces resurgía como un fantasma caliente en la noche. Tenía esa mirada penetrante que siempre me hacía sentir… observada, y un aire relajado que contrastaba con mi propia energía nerviosa.

Abrí la puerta con una mezcla de sorpresa y una punzada de esa vieja… curiosidad.

-¿Gabriel? ¿Qué haces por aquí a estas horas? - Pregunté, apoyada en el marco, con mi pijama de ositos y el pelo revuelto.

Él me sonrió con esa sonrisa pícara que siempre lograba desestabilizarme.

-Hola, Clara. ¿Te sorprende? Digamos que tenía antojo de tu… excelente compañía. ¿Estás ocupada?- me preguntó juguetón.

Su mirada recorrió mi atuendo casual y se detuvo en mis ojos con una intensidad familiar. Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda, una memoria fugaz de noches pasadas.

Pasó. Hubo besos, algunas risas torpes y terminamos en la cama. Pero mientras su cuerpo se movía sobre el mío, sentí una distancia curiosa. El escalofrío inicial no se había transformado en la electricidad de antes. Era como un reencuentro familiar, cómodo pero sin la chispa que alguna vez nos había unido. Al final, ambos nos quedamos dormidos enredados en las sábanas, más por costumbre que por una pasión renovada.

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