Capítulo 4

Desperté con una sensación extraña, una mezcla de familiaridad tibia y una ligera… desconexión. Gabriel dormía a mi lado, con un brazo perezoso rodeándome la cintura. Lo observé en silencio por un instante. Sí, seguía siendo atractivo, con ese aire despreocupado que siempre me había atraído. Pero la chispa, esa electricidad que nos había unido al principio, parecía haberse desvanecido en algún punto del camino. Nuestra noche juntos había sido más un gesto de costumbre que un anhelo real.

Me levanté con cuidado para no despertarlo y me preparé para ir a trabajar. Mientras me vestía, reflexionaba sobre esa dinámica con Gabriel. Tal vez era hora de aceptar que esa etapa había terminado de verdad.

Al llegar a la torre de oficinas, noté una atmósfera ligeramente diferente. Maximiliano parecía aún más metido en sus rollos de lo habitual. No hizo ningún comentario sobre el día anterior, pero sentí mucha distancia, como si una cortina invisible se hubiera puesto entre nosotros después de ese breve vistazo a su vida personal.

Daniela me saludó con una sonrisa enigmática.

-Buenos días, Clara. ¿Todo bien? Te noto como en la luna.

-Buenos días, Daniela. Sí, todo bien. Solo… pensando en mis cosas. ¿El jefe cómo amaneció?- pregunté curiosa.

-Intenso, como siempre. Parece que tiene una reunión súper importante esta mañana. Y adivina qué… - Se inclinó hacia mí, bajando la voz como si fuera un secreto de estado. - Necesita que le organices una cena urgente para mañana por la noche con unos socios extranjeros. Quiere algo elegante pero tranqui. Y tú eres la elegida.

¡Una cena elegante para socios extranjeros! Genial, más retos en mi flamante carrera como asistente de CEO. Suspiré por dentro, pero asentí con mi mejor cara de "yo puedo con esto y más".

-Entendido, Daniela. Me pongo con eso ahorita mismo. ¿Algún sitio en especial?- le pregunté esperando una señal que me ahorrara algo de tiempo buscando un restaurante.

Solo dijo -algo con buena comida y que no haya mucho ruido, Tú eres la experta ¡Suerte! Ya sabes cómo se pone cuando las cosas no salen perfectas-. Gracias por nada Daniela.

Pasé la mañana buscando restaurantes top en Caracas que cumplieran con los gustos exigentes de Maximiliano. Llamadas, reservas, menús que parecían escritos en otro idioma… mi cabeza era un desastre de nombres de chefs famosos y precios que me hacían sudar frío.

Justo antes del almuerzo, Maximiliano salió de su oficina y se paró frente a mi escritorio. Su mirada era seria y directa.

-Señorita Vargas, necesito que me tenga tres opciones de restaurantes para la cena de mañana por la noche antes de las dos. Con detalles de qué ofrecen y cómo es el ambiente. ¿Entendido?

-Sí, señor Ferrer. Ya estoy en eso. Se las tendré listas a tiempo. - Respondí con firmeza, tratando de que no se me notara el nervio.

Mientras seguía buscando el restaurante perfecto, la imagen de Sofía y el bebé volvió a mi mente. No podía evitar preguntarme cómo estarían. ¿Habría alguna novedad? ¿Maximiliano la habría visitado anoche?

La tarde se me fue volando entre llamadas y correos sobre la cena. Al fin, tuve las tres propuestas listas y se las llevé a Maximiliano. Él las revisó rapidísimo, sin casi mirarme a la cara.

-Bien. Reserve "Le Gourmet". Mesa discreta para cuatro a las nueve para mañana. Confirme los detalles con el restaurante. Eso es todo.- simplemente asentí con la cabeza.

Su tono era puramente de trabajo, sin rastro de la onda rara que había habido en la clínica. Era como si esa noche nunca hubiera pasado.

Al final del día, mientras recogía mis cosas, Daniela se acercó con una sonrisa de esas que dan curiosidad.

-¿Sobreviviste al día de locos del jefe? ¿Y esa cena? ¿Ya tienes todo bajo control para mañana?- me preguntó con un tono burlón.

-Por suerte, sí. "Le Gourmet" pinta bien. Espero que les guste a sus socios.

-Seguro que sí. Con la plata de Maximiliano, seguro que hasta un perro caliente de la calle sabe a caviar. - Soltó una carcajada. Pero luego, su cara se puso un poco más seria. - Oye, Clara… ¿notaste algo raro en el jefe hoy?

-Más de lo normal, diría yo. ¿Por qué lo preguntas?

-No sé… lo vi hablando por teléfono un par de veces con una voz… más suave. Como si estuviera hablando con un perrito faldero. Y parecía preocupado.

Mi cabeza hizo click de inmediato con Sofía y el bebé. ¿Habrían noticias? ¿Sería esa la razón de su cara larga?

-Quizás… quizás tenía sus rollos personales. - Respondí, tratando de sonar relajada.

-Puede ser. Pero… no sé. Solo me dio esa impresión. Bueno, descansa. Mañana será otro día. Y seguro otra odisea con el jefe.

Salí de la oficina con esa conversación dándome vueltas en la cabeza. La cena de negocios, la cara de Maximiliano, la intriga de Daniela… y la persistente imagen de Sofía y su bebé. Mi vida en Caracas se había puesto mucho más interesante de lo que jamás imaginé.

Al día siguiente, la mañana transcurrió con la normalidad tensa de siempre. La reunión importante de Maximiliano pareció ir bien, a juzgar por su ceño ligeramente menos arrugado. Yo estaba metida de lleno en la agenda de la semana, cuando me llamó a su oficina.

-Señorita Vargas, necesito que revise estos documentos de la fusión con la empresa Mendoza. Hay cláusulas que no me terminan de convencer. Quiero su opinión.

Mi corazón hizo "bum bum". ¿Mi opinión? ¿Sobre un negocio de millones? Esto era nuevo nivel. Recordé mis años en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCV, las noches sin dormir estudiando vainas de leyes y números. A lo mejor, al fin, todo ese rollo tenía un uso en el mundo real de los ricachones. Seguro era una prueba para ver si lo que decía mi currículum era verdad.

Revisé los documentos con cuidado, tratando de usar mi cerebro de licenciada en economía. Encontré un par de cosas que parecían medio raras y podían perjudicar a la empresa de Maximiliano. Con un poco de susto, se lo dije.

Maximiliano me escuchó serio, con una mirada intensa que me hizo dudar de si había metido la pata. Pero al final, asintió despacio.

-Tiene razón, señorita Vargas. No había visto esos detalles. Gracias.- me dijo sinceramente.

Y por primera vez desde que trabajaba para él, sentí como si me mirara con un poquito más de respeto.

Más tarde, al final del día, justo cuando agarraba mi cartera, Maximiliano se acercó a mi escritorio.

Señorita Vargas, la cena de esta noche es importante. Necesito que me acompañe.

Mi cara debió ser un poema.

¿Acompañarlo a la cena con los socios extranjeros?

-¿Acompañarlo, señor Ferrer? ¿Cómo…?- pregunte realmente sin entender.

-Como mi… acompañante. Necesito tener a alguien de confianza a mi lado. Y después de su ojo clínico con los documentos de la fusión… - Hizo una pausa cortita, mirándome con una intensidad que no supe descifrar. - Creo que su cerebrito de economista puede ser muy útil esta noche. Vístase elegante. El carro la buscará en una hora.

Mi cabeza era un sancocho de ideas. ¿Por qué me pedía esto? Solo soy su asistente, tiene un equipo de economistas en sus empresas. Solo sabía una cosa y es que mi noche de N*****x y tranquilidad se había vuelto a posponer.

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