Capítulo 2

El grito de la chica me taladró los oídos. Se lanzó a los brazos de Maximiliano como si se le fuera la vida en ello, aferrándose con una desesperación que me dio cosita.

-¡Maxi! ¡Mi bebé! ¡Tienes que hacer algo, por favor! - Su voz sonaba entrecortada, como si fuera a romperse en cualquier momento, y su cara, aunque joven, reflejaba una angustia terrible.

Maximiliano la abrazó medio raro, como si no estuviera acostumbrado a ese tipo de contacto. Su cara de seriedad habitual se suavizó un poco, mostrando que de verdad estaba preocupado.

-Tranquila, Sofía. Ya estoy aquí. ¿Qué pasó exactamente? - Su tono, aunque firme, tenía un algo suave que nunca le había escuchado.

Sofía se separó un poco, con los ojos hinchados de tanto llorar y la cara llena de lágrimas. Me echó una miradita asqueada como diciendo "¿y esta quién es?".

-Tuvieron complicaciones en el parto… Dicen que… que está súper delicado. - Se le quebró la voz otra vez.

¿Parto? ¿Bebé? ¿Maximiliano Ferrer… papá? ¡No puede ser! La noticia me cayó como un balde de agua fría a las cinco de la mañana.

Este tipo misterioso, el CEO frío y distante, ¡tenía un hijo! Y por el drama de Sofía, la cosa era seria.

Maximiliano pareció darse cuenta de que yo seguía ahí parada. Me dió una mirada rápida, con una cara que no supe leer, antes de volver a concentrarse en Sofía.

-Vamos adentro. Quiero hablar con los médicos. Tú tranquila, Sofía. Todo va a estar bien. - La tomó de la mano y la metió dentro de la clínica.

Yo los seguí como una sombra, sintiéndome totalmente fuera de lugar. ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Esperar sentada como un mueble? ¿Involucrarme en este lío familiar que me cayó del cielo? Era mi primer día Diosito¿no le podías dar una batalla a otro de tus mejores guerreros?

Una enfermera se acercó a Sofía en cuanto entramos y se la llevó a una sala. Maximiliano se volteó hacia mí.

-Señorita Vargas, espere aquí. Necesito hablar con los doctores. - Su tono volvió a ser el de jefe.

Asentí y me dejé caer en una de las sillas incómodas de la sala de espera. El ambiente era tenso, lleno de la mala vibra de la gente que también esperaba noticias de sus familiares. pero prefería estar al margen de sus conversaciones.

Vi a Maximiliano hablando bajito pero con cara de urgencia con un médico. Su rostro seguía serio, pero se le notaba una fragilidad que no le conocía.

Los minutos pasaron lentísimo. Al fin, Maximiliano se acercó a mí. Su cara era de funeral.

-Los pronósticos no son buenos. Nació antes de tiempo y hubo complicaciones. Están haciendo todo lo que pueden. - Su voz era casi un susurro. ¿Por qué me contaba todo eso?

Se sentó a mi lado otra vez, pasándose la mano por el pelo como si estuviera súper frustrado. Y allí me di cuenta que el hombre que maneja empresas millonarias, el Magnate que ayer con solo verlo me había hipnotizado con alguna clase de hechizo, hoy parecía impotente ante esta situación.

-Sofía… ella es… - Dudó un segundo, como buscando las palabras. - Ella es… es alguien importante para mí- dijo levantando la cabeza levemente.

No necesité más detalles. La angustia en sus ojos lo decía todo. Había algo fuerte entre ellos, más de lo que me imaginaba.

Se armó un silencio incómodo. Yo no sabía qué decir. ¿Cómo se consuela a un tipo como Maximiliano Ferrer en un momento así?

Al final, me animé a hablar bajito.

-Señor Ferrer… de verdad lamento lo que está pasando. Ojalá que su… que el bebé se ponga bien.

Me miró un instante, con una sorpresa genuina en su rostro.

-Gracias, señorita Vargas. Su… preocupación… no me la esperaba.

Antes de que pudiera responder, una enfermera se acercó con cara seria.

-Señor Ferrer, la señorita Valera quiere verlo.

Maximiliano se paró de una vez, con la urgencia pintada en la cara.

-Espere aquí, por favor. - Me dijo antes de seguir a la enfermera.

Me quedé ahí sentada, procesando todo el rollo. Mi primer día de trabajo se había ido al por el fregadero y me había mostrado un lado de mi jefe que está mañana pensaba que no existía. El magnate de hielo tenía su corazoncito, y parecía que le dolía mucho. Y yo, Clara Vargas, la nueva asistente, sin ningún tipo de experiencia estaba ahí de metiche viendo todo el drama.

Pasó media hora más antes de que Maximiliano volviera. Tenía la cara larga y los ojos hinchados.

-Necesito que me acompañe- Dijo sin más, con la voz apagada.

Me levanté sin preguntar y lo seguí por los pasillos de la clínica. Entramos a una salita donde Sofía estaba sentada en una camilla, con la cara blanca y los ojos rojos de tanto llorar. En sus brazos, envuelto en una mantita blanca, había un bebé chiquitico.

Maximiliano se acercó despacito y se arrodilló a su lado. Miró al bebé con una cara que nunca olvidaré. Era una mezcla de asombro, ternura y una tristeza profunda.

-Es… tan pequeño- Su voz apenas se escuchó.

Sofía asintió, con lágrimas cayéndole sin hacer ruido.

-Los doctores dicen que… que no saben si va a sobrevivir- Dijo Sofía con su voz en un hilo.

En ese momento, Maximiliano estiró una mano temblorosa y le acarició suavemente la mejilla al bebé. Por primera vez, vi que se le rompía la coraza, una fragilidad que lo hacía parecer… de carne y hueso.

-Tenemos que tener fe, Sofi. Tenemos que creer que va a salir de esta- Su voz, aunque débil, sonaba con una determinación fuerte.

Yo veía la escena en silencio, sintiendo una punzada en el pecho. Este no era el mundo de negocios fríos y jefes inalcanzables que me había imaginado. Era un momento íntimo y doloroso, entre dos personas unidas por un bebé indefenso. Y yo, Clara Vargas, la nueva asistente, estaba ahí, viendo todo el drama.

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