¿Andrés Ferrer? El nombre resonó en mi mente con mucha familiaridad mientras la amable señora Evans me presentaba a mi nuevo jefe. Ferrer... claro, era un apellido que había escuchado antes, inevitablemente ligado a... a él. Pero Andrés... ¿podría ser una coincidencia? En una ciudad tan inmensa como Nueva York, seguramente sí.
La señora Evans, con su sonrisa profesional y su tarjeta de identificación brillante, me guio por las modernas oficinas de "Ferrer Global". Las paredes de cristal ofrecían vistas panorámicas que me dejaban sin aliento, un recordatorio constante de que mi vida había dado un giro radical. Intentaba absorber la información que me daba sobre la empresa, sobre mi rol como Directora de Proyectos, pero la insistente pregunta sobre el nombre de mi jefe seguía revoloteando en mi cabeza.
Llegamos a una puerta con el nombre "Andrés Ferrer" grabado con elegancia. La señora Evans se detuvo, su sonrisa aún intacta.
—Y aquí está su nuevo jefe, Clara. Señor Ferrer, le presento