Nueva York comenzó a sentirse menos como un escenario de película y más como mi hogar. El ritmo frenético seguía siendo un desafío, pero poco a poco aprendí a moverme en él, a encontrar mis lugares favoritos para tomar un café, a disfrutar de la inmensidad de Central Park en mis escasos momentos libres. El trabajo en Ferrer Global era demandante pero gratificante. El proyecto de expansión en Latinoamérica me absorbía por completo, y sentía que finalmente estaba utilizando mis habilidades y mi experiencia al máximo.
Andrés se convirtió en un jefe excepcional. Confiaba en mi criterio, me daba autonomía y siempre estaba dispuesto a escuchar mis ideas. Desde el principio, hubo una cierta... cautela en su trato, una conciencia tácita de nuestro pasado compartido a través de Maximiliano. Sabía quién era yo, la asistente de su hermano en Caracas. Y también sabía... lo mucho que Maximiliano... bueno, que me había importado.
Un día, mientras almorzábamos en el pequeño parque cerca de la oficin