Los Tengo Entre Mis Brazos
Clínica privada, Londres. Sala de ecografía. 08:40 a.m.
El sonido del monitor llenaba la habitación con un eco tenue y mecánico. Las luces estaban bajas, el aire olía a desinfectante y calma. Helena estaba recostada sobre la camilla, la blusa levantada, el vientre expuesto cubierto con el gel frío. El médico pasaba el ecógrafo con manos expertas, mientras una enfermera tomaba notas en una Tablet.
Alexander estaba de pie a su lado.
No se había apartado de ella ni un segundo. Ni en el auto, ni al ingresar a la clínica, ni siquiera cuando le ofrecieron un café. Estaba ahí, con la mandíbula apretada y la mirada clavada en la pantalla como si pudiera proteger al bebé con solo mirarlo.
- ¿Puedo alzar un poco el volumen? - preguntó el médico.
Helena asintió.
Entonces, el sonido llenó la habitación.
Ese ritmo inconfundible.
El latido de un corazón pequeño, fuerte, constante. Como un tambor firme en medio de un mar que por fin se aquietaba.
Alexander tragó saliva. Su