El Regalo de Connor
La mansión de Alexander se encontraba en silencio, un silencio pesado y opresivo, como si la tranquilidad del hogar estuviera anticipando algo grande. Helena, con el cabello recogido en un moño bajo y la mirada decidida, se escabulló por el pasillo principal, evitando los murmullos y pasos de los sirvientes que hacían su trabajo nocturno. La casa estaba tranquila, pero no podía confiar en eso. Si alguien se enteraba de su partida, sería difícil justificarse, especialmente con todo lo que había ocurrido en las últimas semanas: los arrestos de Galliani, los juicios y los giros inesperados que el destino había traído. Pero había algo que Helena debía hacer.
“Esto es por ti, Alexander”, pensó mientras se deslizaba como una sombra por el pasillo, su vestido negro ajustado a su figura, con los zapatos en la mano para no hacer ruido. Se encontraba a unos metros de la puerta de servicio cuando una sombra apareció a su lado.
- ¿Lista para partir? - Susurró la voz de Lewis,