El bebé Blackwood
La habitación donde descansaban los recién nacidos era tranquila, iluminada suavemente por las luces tenues que simulaban la calma de la noche. Alexander se encontraba de pie, completamente absorto en el pequeño ser que dormía plácidamente en la cuna. El bebé, envuelto en una manta de algodón blanco, respiraba de forma tranquila, sus pequeños movimientos indicaban que aún no comprendía la vastedad del mundo que lo rodeaba.
Sin embargo, para Alexander, ese pequeño ser representaba más que cualquier tesoro o victoria que hubiera alcanzado en su vida. Era el fruto de su amor con Helena y la idea de ser padre le llenaba de una mezcla de felicidad y asombro que nunca imaginó sentir. Sus ojos, azules como los del bebé, se mantenían fijos en el pequeño, observando cada movimiento, cada gesto, como si pudiera entender el universo entero a través de esos ojos tan inocentes.
De repente, escuchó la puerta abrirse suavemente detrás de él. James, Lorenzo, Lewis y Luisa entraron s