Persiguiendo a Icarus
Oficinas de Alexander, Londres – Tarde.
La conversación en la cafetería no fue casual.
Alexander venía del ala sur del edificio cuando oyó los nombres.
Helena. Interpol. Icarus. Zeus.
Las palabras cayeron una tras otra como piezas de dominó.
Se detuvo en seco al escuchar la voz de James, inconfundible y la risa nerviosa de Lorenzo. No estaban siendo discretos, no como deberían al creer que estaban solos.
No cuando el enemigo acechaba tras pantallas, contraseñas y nombres falsos.
No cuando Helena estaba involucrada.
Entró sin aviso. La puerta de vidrio se abrió con un golpe limpio.
Ambos se giraron como niños sorprendidos en una travesura.
Lorenzo dejó caer la cuchara dentro del vaso de café.
James se incorporó al instante.
- ¿Qué hicieron? - preguntó Alexander.
Su voz no alzó el volumen, pero el frío acero en ella congeló la sangre de ambos.
- Alexander… - intentó James, pero el tono del halcón europeo se impuso de nuevo.
- ¿Qué hizo Helena?
Silencio.
- ¡Contéste