Edward
La imponente vista de Nueva York se extendía frente a mí, un mar de luces y acero que se recortaba contra el cielo nocturno. Estaba sentado en un restaurante de alta categoría, uno de esos lugares donde los acuerdos multimillonarios se concretan con una copa de vino en la mano y miradas que sopesan cada movimiento. La verdad es que no estaba allí por placer. Una tensión palpable me atenazaba el estómago, y no precisamente por la exquisita comida que tenía frente a mí. Era el caos que se había desatado alrededor de TechNova Solutions lo que me tenía al borde del abismo. La acusación de plagio contra nuestro innovador software me mantenía en un estado de constante ansiedad. Ya habíamos perdido a dos clientes importantes, y los rumores se propagaban a la velocidad de un incendio forestal, consumiendo nuestra reputación a su paso.
En ese momento, Fiona McAllister hizo su entrada, impecablemente puntual. Era una mujer impactante, como siempre: su cabello pelirrojo recogido en un ele