Grace
Los días que siguieron al regreso de Edward, después de aquella conversación velada con su madre sobre un asunto aún envuelto en secreto, transcurrieron bajo un manto de tensa y engañosa calma. Exteriormente, la vida parecía no haber cambiado: el sol continuaba su ascenso diario sobre los extensos viñedos, las uvas maduraban con su paciencia ancestral y la finca mantenía su ritmo casi solemne. Sin embargo, bajo esta fachada de normalidad cuidadosamente construida, algo se había fracturado, dejando una discordia sutil pero innegable a su paso.
Lo sentía en el mismo aire que respiraba, en la forma en que el silencio ahora parecía ocupar más espacio que antes, oprimiéndonos con un peso casi tangible.
Anhelaba preguntar, exigir respuestas, nombrar la fuerza invisible que lenta e implacablemente estaba abriendo una brecha entre nosotros. Pero el miedo, un temor profundo y persistente, me frenaba. Se alojó en mi pecho como una piedra fría, silenciando mi voz con la absurda esperanza d