Mundo ficciónIniciar sesiónGrace Parks, una mujer valiente y decidida, enfrenta los desafíos que la vida le presenta: un padre atrapado en la espiral de la adicción al alcohol, una renta mensual apenas suficiente y un empleo que apenas le permite llegar a fin de mes. La situación toma un giro inesperado cuando se ve envuelta en una deuda que pone en peligro su seguridad y la de su padre. A regañadientes, acepta un acuerdo con un enigmático magnate en la privacidad de su oficina, con la esperanza de saldar la deuda que los amenaza. Sin embargo, mientras se sumerge en este pacto sombrío, lucha por evitar que el amor surja entre ellos. Lo que comienza como una transacción comercial se convierte en un intrincado juego emocional cuando Grace y el magnate se enfrentan al dilema de resistir la creciente conexión entre ellos.
Leer másEn la ciudad ruidosa y siempre brillante que nunca descansa, en una época en la que los rascacielos se alzaban altos, empezó la historia de Grace. Nació en el lugar donde los sueños y las desilusiones de Nueva York se encontraban, y su vida tomó un rumbo difícil desde que tenía tan solo tres años.
Era un día oscuro y lleno de problemas, como la tormenta que se acercaba en el horizonte de la vida de la pequeña Grace. Su pelo rubio estaba desordenado sobre sus hombros, recordando la melena que solía tener su madre. Sus ojos grises reflejaban la inocencia que pronto se vería envuelta en la soledad. Su madre, parecida en belleza, pero afectada por una decisión que no se podía cambiar, estaba frente a ella. Su padre, desesperado, intentaba retenerla en un último intento por mantener a la familia unida. Pero la madre, con ojos grises, quizás perdidos en un destino incierto, se fue sin remordimientos. La promesa de un futuro feliz se desvaneció con cada paso que daba, dejando a un padre determinado a cuidar de Grace en este nuevo y desafiante camino. En medio del caos de la ciudad, Grace escuchó las palabras de su padre, hablándole con la esperanza de que ella lo entendiera. «Ahora somos solo tú y yo», le susurró, sabiendo que esas palabras caían en el vacío de su comprensión infantil. En ese momento, se hizo la promesa de un futuro mejor, una promesa que la acompañaría en los años por venir.
Pero el tiempo, sin piedad, creó su propia historia. A los quince años, la vida de Grace se volvió un desafío difícil y lleno de sacrificios. Su padre, atrapado en el alcohol, dejó de ser la persona esperanzada que solía ser. En una escena triste, la joven Grace, con su pelo rubio y ojos grises, tuvo que enfrentar la realidad del abandono. Mientras ella se dirigía hacia la incertidumbre del trabajo, su padre, tumbado en la oscuridad, estaba rodeado de botellas, en silencio, en la escena monótona de un hogar roto.
Así empieza la historia de Grace, una historia de lucha en medio de tiempos difíciles, con luces y sombras en la inmensidad de Nueva York.
Años más tarde…
Grace volvió a su pequeño apartamento después de otro día agotador en la cocina. La familiaridad de los utensilios y los ingredientes era como un consuelo para su alma cansada. Durante muchos años, había seguido su camino como asistente de cocina, y cada plato que preparaba era una nueva lección en su aventura culinaria.
Sus manos, ahora hábiles en el arte de la cocina, se movían con gracia mientras recordaban las cicatrices de antiguas batallas. Las marcas de quemaduras y cortaduras contaban historias de su dedicación y perseverancia. A pesar de los desafíos, cocinar seguía siendo su bálsamo, el único refugio donde podía sumergirse en la creatividad de sus platillos. Sin embargo, la fatiga que llevaba consigo no se disipaba. El peso de las responsabilidades la acompañaba como una sombra persistente. Mientras se preparaba para enfrentar otra noche en la que debía equilibrar las demandas de su trabajo, su mente se desviaba hacia su padre.
La cerradura hizo un ruido al abrirse, mostrando el interior de su hogar desgastado. A lo lejos, se escuchaba la televisión de manera distante en la oscuridad. Caminó por la sala, donde su padre estaba en un estado de letargo, rodeado de botellas vacías. La realidad de su situación estaba presente en cada rincón de la habitación. La cocina se convirtió en su refugio momentáneo mientras preparaba una cena rápida. Los olores familiares llenaban el espacio, pero su mente estaba dividida entre la cocina y la preocupación por lo que vendría después. Mientras la sartén hacía ruido, sus pensamientos se perdían en el delicado equilibrio entre mantener su hogar y perseguir sus sueños académicos. El reflejo en el espejo mostraba la dualidad de su existencia. Aunque la cocina la ayudaba económicamente, también dejaba marcas en su apariencia. La belleza juvenil estaba opacada por ojeras y fatiga, y su reflejo, vestido con ropa gastada, contaba la historia de una lucha constante.
La noche se presentaba extensa frente a ella, llena de tareas y responsabilidades. Mientras entraba en la oscuridad de su hogar, Grace se preparaba para otra noche sin dormir, donde la cocina y los libros de estudio serían sus compañeros silenciosos en esta cansadora danza entre el deber y los sueños. La lámpara tenue iluminaba la habitación desgastada mientras Grace, con su laptop tan vieja como su propia vida, escribía con determinación. Las teclas, algunas faltantes o gastadas, apenas ofrecían resistencia bajo sus dedos ágiles, testigos mudos de innumerables noches de esfuerzo. Fue en las horas avanzadas de la madrugada cuando finalmente pudo concluir su trabajo. El cansancio la envolvía como un manto, y sus ojos, hinchados por las lágrimas contenidas, miraban fijamente la pantalla. La sensación de logro estaba eclipsada por la realidad que la esperaba fuera de su santuario de estudios. Un estruendo repentino rompió la tranquila quietud de la madrugada. Grace se levantó de golpe al escuchar a su padre tropezar con una botella de cerveza en la oscuridad.
— ¿Padre, estás bien? —Grace, preguntó mientras que maldijo su padre.
— ¡Grace! ¿Qué demonios está pasando aquí? —maldijo nuevamente al sentir dolor al pisar otra botella. La joven salió de su habitación, cansada, pero lista para enfrentar otra crisis familiar. La mirada de su padre, empañada por el alcohol, se cruzó con la suya.
— Necesitas dejar de beber, esto no puede seguir así. —La discusión se encendió, una danza de palabras llenas de dolor y desesperación.
— ¡Eres igual que tu madre! ¡Por tu culpa nos dejó! —El corazón de Grace se apretó ante las palabras hirientes. Las lágrimas finalmente brotaron mientras cerraba la puerta de su habitación tras de ella. La voz de su padre, aún enfadada, resonó desde el otro lado, desatando un torrente de insultos que cortaban como cuchillas afiladas. Con la espalda pegada a la puerta, Grace lloró en silencio, sintiendo el peso de la culpa y el dolor acumulado. La noche se convirtió en su prisión, un recordatorio constante de la lucha que enfrentaba cada día.
La mañana llegó de manera implacable, como un recordatorio de la realidad. Grace se despertó con los ojos enrojecidos y el corazón aún abrumado. Se vistió con la primera ropa que encontró y, con determinación en su rostro, se preparó para enfrentar otro día en la universidad. Dejó atrás la atmósfera pesada de su hogar, consciente de que las sombras de la noche anterior la seguirían como un eco persistente a lo largo del día.
FionaEl jardín de la villa huele a tierra mojada y a papel viejo. Me siento en el banco de hierro forjado con una taza de té que nadie ha sido capaz de preparar tan bien como mi madre. Alrededor, los olivos se mueven como si supieran que hoy es un día que merece ser observado.He venido a este lugar a desenterrar recuerdos que otros enterraron con prisa y vergüenza. No es nostalgia; es oficio. Trabajo con memorias. Trabajo con cuentas que no cerraron. Trabajo con humillaciones que esperan su pago.Espero siempre a que la tormenta me dé su primer embate —esa es la metáfora que repetía mi madre cuando había que aprender a pegar de vuelta—. Hoy la tormenta viene en formato de pantalla: un correo electrónico nuevo. Lo abro con la calma del que no teme, pero la cabeza en llamas del que sabe exactamente lo que hay dentro.Adjunto: contrato rescindible. Mensaje breve, casi protocolario. “La verdad siempre encuentra su camino, aunque intentes disfrazarla. —E.L.”Río. Es un sonido pequeño, si
Edward Esa noche, el silencio en la hacienda pesaba distinto.El viento que venía desde los viñedos arrastraba un aroma a tierra húmeda y lavanda. Todo parecía en calma, pero mi mente estaba lejos de descansar.En el despacho, la luz de la lámpara apenas iluminaba los documentos sobre el escritorio. El contrato de McAllister Holdings reposaba frente a mí, un recordatorio de que había dejado entrar a una desconocida en mi mundo bajo el disfraz de una socia prometedora.Fiona McAllister.O, como había descubierto esa mañana, Fiona Ferraro.Había hablado con mi madre apenas unas horas antes. Lorenza había escuchado en silencio mientras le contaba todo: que Fiona no era una empresaria cualquiera, que me había mentido desde el principio y que su verdadera identidad estaba vinculada a la historia que los Langford intentaron enterrar hace décadas.Cuando terminé, Lorenza se quedó quieta, los dedos entrelazados sobre la mesa del comedor.—Sabía que tarde o temprano algo del pasado de los Fer
EdwardEl reloj dio las cuatro cuando mis ojos se abrieron. El corazón todavía me latía con fuerza contra las costillas, un eco residual del sueño que se había desvanecido con la luz de la tarde. Me pasé una mano por la cara, la áspera barba rascándome la palma, intentando recomponerme, arrebatarle el control a las garras del sueño.Desde la biblioteca, el sonido familiar de la voz de Grace llegaba, un bálsamo relajante contra la preocupación que amenazaba con engullirme por completo. Seguía metida en su clase de Zoom, navegando por el complicado mundo de la academia con ese mismo tono firme y decidido que era tan propio de ella. Me detuve ante la puerta de la biblioteca, sin querer interrumpir su concentración, solo observándola un rato. Iluminada por el resplandor de la pantalla del portátil, parecía completamente en paz en su mundo académico, concentrada y casi radiante desde dentro.Esa serena tranquilidad suya me dio un poco de consuelo. Aquí, entre las ondulantes colinas de Cas
Edward Hicimos el amor el resto de la noche. No hubo reservas, ni palabras, ni silencios incómodos. Solo el roce de su piel contra la mía y el sonido acompasado de su respiración llenando la habitación. Todo lo que había empezado bajo un acuerdo frío, práctico, se había transformado en algo que me desbordaba. Yo, Edward Langford, estaba, completamente, irremediablemente, enamorado de Grace.Mientras la veía dormir, acurrucada entre mis brazos, comprendí que lo que más deseaba ahora era construir algo real con ella. Una vida. Un hogar. Una familia. Susurré su nombre, apenas un roce de voz, y ella se movió suavemente, murmurando algo entre sueños. Le dejé un beso en la coronilla antes de cubrirla con las sábanas y salir de la habitación en silencio.El pasillo estaba envuelto en penumbra, iluminado solo por la tenue luz que se filtraba desde la cocina. Al llegar allí, abrí el refrigerador y tomé una botella de agua. Bebí despacio, dejando que el frescor me despejara las ideas. Esa casa
GraceCuando la cena llegó a su fin, la familia Langford en pleno permaneció congregada alrededor de la imponente mesa de roble, iluminada por la suave y dorada luz que emanaba de las lámparas antiguas, testigos de tantas veladas familiares. Era la tercera ronda del vino de la nueva cosecha, un tinto robusto y complejo, con notas pronunciadas de cereza madura y un dejo sutil de tierra húmeda, una combinación que llenaba el aire con un aroma embriagador y tentador.Los hermanos de Edward, hombres de porte y presencia, seguían erguidos y firmes, con la misma compostura que los caracterizaba, como si los efectos del alcohol no tuvieran ningún impacto sobre ellos. Nosotras, en cambio, las mujeres de la familia, ya sentíamos los efectos del vino, ligeramente embriagadas por la atmósfera y el alcohol. Reíamos con entusiasmo ante cada comentario, incluso ante los chistes más simples y absurdos, dejando escapar esas carcajadas espontáneas que solo nacen cuando una se siente verdaderamente seg
EdwardNo sé en qué momento dejó de hablarme. Fue sutil, casi imperceptible, como si alguien bajara lentamente el volumen de su voz hasta convertirla en un eco. Caminábamos de regreso al jardín, donde el resto de mi familia cenaba entre copas de vino y risas, pero sentía que Grace y yo estábamos en una burbuja aparte, donde no llegaba el aire.Iba a mi lado, pero era como si estuviera a kilómetros. No había roces accidentales, ni miradas compartidas, ni ese suspiro leve que solía hacer cuando algo le divertía en silencio. Nada.Le pregunté si estaba bien.Asintió sin mirarme.Y ahí supe que algo andaba mal. Muy mal.Me dolía admitirlo, pero esa actitud me descolocaba más de lo que me gustaría. Me fui de Nueva York con la cabeza llena de pendientes, deseando volver a verla, abrazarla, contarle todo. Pensé que me esperaba con ganas, con preguntas, con esos ojos que siempre buscan los míos. En cambio, tenía frente a mí a una mujer hermética, fría, distinta.Nos sentamos a la mesa del jar
Último capítulo