El calor la despertó primero. Un calor que parecía brotar desde dentro, como si sus huesos fueran brasas incandescentes. Elena abrió los ojos en la penumbra de la habitación, las sábanas empapadas de sudor pegadas a su cuerpo como una segunda piel. La fiebre había llegado sin aviso, instalándose en ella como un invasor silencioso.
Se incorporó con dificultad. La habitación parecía ondular ante sus ojos, las sombras alargándose y contrayéndose como si respiraran. Adrián no estaba a su lado. Recordaba vagamente que había mencionado una reunión nocturna, algo sobre un cargamento que debía supervisar personalmente.
—Agua —murmuró para sí misma, pero al intentar levantarse, el mundo giró violentamente a su alrededor.
Cayó de rodillas junto a la cama, y fue entonces cuando la primera visión la golpeó con la fuerza de un puñetazo físico.
_Humo. Espeso, negro, asfixiante._
El recuerdo era tan vívido que podía sentir el ardor en sus pulmones, la desesperación por encontrar aire limpio. Elena j