Dicen que el amor es ciego, pero en mi caso, creo que simplemente cerré los ojos a propósito.
Sentada en el borde de la cama, con las piernas cruzadas y la espalda apoyada contra el cabecero, repaso mentalmente todas las señales que ignoré. Las anoto en una libreta, como si documentarlas pudiera darme algún tipo de control sobre esta situación que me sobrepasa.
*Señal número uno: su obsesión por controlar cada aspecto de mi vida.*
Recuerdo cómo al principio lo confundí con preocupación. La forma en que insistía en saber dónde estaba a cada momento, con quién hablaba, qué pensaba. "Es porque te amo tanto que no puedo soportar estar lejos de ti", me decía. Y yo, estúpidamente, me derretía ante esas palabras.
*Señal número dos: el aislamiento gradual.*
Una a una, mis amistades fueron desapareciendo. Siempre había una razón: "No me gusta cómo te mira Carlos", "Lucía solo quiere aprovecharse de ti", "Tu familia no entiende lo especial que eres". Y así, sin darme cuenta, mi mundo se redujo