El despacho de Adrián siempre me había parecido un lugar prohibido, un santuario donde se gestaban sus secretos. Nunca antes había entrado sin su permiso, pero aquella tarde, mientras él asistía a una reunión, la necesidad de respuestas me empujó a cruzar el umbral.
El aroma a madera y cuero impregnaba el aire. Las estanterías repletas de libros de derecho y economía se alzaban hasta el techo, testigos silenciosos de mis pasos vacilantes. Me acerqué a su escritorio de caoba, pulido y ordenado como todo en su vida. Mis dedos temblaban mientras abría los cajones, buscando algo, cualquier cosa que me ayudara a entender al hombre con quien compartía mi vida.
Fue entonces cuando lo encontré, escondido bajo una pila de documentos. Un sobre manila con mi nombre escrito en la esquina superior. Lo abrí con el corazón martilleando contra mis costillas.
"Acuerdo prenupcial entre Adrián Montero y Elena Vidal."
Mis ojos recorrieron las páginas, saltando entre términos legales y cláusulas que parec