Llegué a la oficina a las siete y media de la mañana, media hora antes de lo necesario, porque la alternativa era quedarme en mi apartamento reproduciendo mentalmente cada palabra de la conversación de anoche.
La sala de conferencias estaba vacía y silenciosa. Abrí mi laptop y fingí concentrarme en terminar el análisis de riesgo, pero cada pocos minutos me descubría mirando la puerta, esperando… algo. No sabía qué.
Maya llegó a las ocho con su caos habitual de bolsas y cables.
—¿Llegaste temprano o nunca te fuiste? —preguntó, dejando todo sobre la mesa.
—Llegué temprano.
—Mmm —me estudió con esa atención suya—. ¿Estás bien? Te ves… no sé. Diferente.
—Estoy bien. Solo cansada.
—Violet…
—De verdad, estoy bien. Solo necesito café.
No parecía convencida, pero lo dejó pasar. Aaron llegó diez minutos después, seguido por James exactamente a las ocho y cuarto. Nos sumergimos en el trabajo: revisar el contrato de Samira ahora que legal lo había aprobado, diseñar el flujo de usuario para la pr