La sala de conferencias tenía ese aire de modernidad calculada que parecía diseñado para intimidar. Paredes de cristal que dejaban ver el horizonte de la ciudad, una mesa de roble oscuro tan pulida que podía ver mi reflejo en ella, y sillas ergonómicas que probablemente tenían más tecnología que mi laptop. El aire acondicionado zumbaba suavemente, manteniendo la temperatura perfecta, ese tipo de confort que la gente da por sentado cuando nunca ha tenido que preocuparse por la factura de electricidad.Ajusté mi blazer negro y revisé por tercera vez mi presentación en la laptop. Cada diapositiva había sido diseñada con precisión, cada gráfico verificado hasta el último decimal. Había algo reconfortante en los números, en la forma en que no mentían si sabías leerlos correctamente.—La sala estará disponible en veinte minutos.La voz llegó desde la entrada, y cuando levanté la vista, el aire pareció cambiar en la habitación.Era alto, quizás metro ochenta y cinco, con esa postura que solo
Leer más