Unos días después
El bullicio de la cafetería del hospital contrastaba con el torbellino de emociones que Sofía llevaba dentro. Había esperado este momento desde que logró escapar, por unas horas, de la vigilancia de su padre. Con un nudo en el estómago, apretaba con fuerza el teléfono en el que había guardado el número de aquella mujer a quien su padre tanto odiaba y culpaba de todo: Elena.
No sabía exactamente qué iba a encontrar. Solo tenía la certeza de que las piezas que su padre le había mostrado no encajaban con la realidad. Y aunque aún sufría lapsos de confusión, tenía la lucidez suficiente para entender que alguien la estaba manipulando.
Elena llegó puntual, caminando con la serenidad que le había enseñado el dolor de sobrevivir a cada emboscada, a cada mentira. Su mirada se cruzó con la de Sofía, y aunque por cortesía intentó sonreír, sus labios apenas se curvaron. No confiaba en los Álvarez, y tenía claro que no podía bajar la guardia.
Sofía, en cambio, se levantó ensegui