Capítulo 11: Amanecer de Sangre

El aire estaba cargado de sal y óxido. Cada rincón del viejo astillero olía a humedad y a hierro, como si las paredes corroídas hubiesen absorbido décadas de sangre y secretos. La bruma marina se colaba por las rendijas, envolviendo a los hombres reunidos allí en un manto fantasmal.

Los pasos de Darío resonaban con eco metálico sobre el piso cubierto de charcos. Sus botas dejaban huellas oscuras en el agua mezclada con grasa vieja, y el sonido de cada pisada era como un martilleo que se clavaba en los nervios de los presentes.

El silencio era casi insoportable. Solo el graznido lejano de una gaviota rompía el ambiente cargado de tensión.

Catalina lo sentía todo en la piel: el frío húmedo que calaba hasta los huesos, la vibración contenida en los hombres que formaban el semicírculo, las miradas fijas que sabían que serían testigos de un acontecimiento que marcaría un antes y un después en la ciudad.

A su lado, Elena Moretti tenía las manos entrelazadas, tan fuerte que los nudillos se l
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