Elise
Lo primero que escuché al recobrar la conciencia fue el llanto y los movimientos bruscos de mi hijo. Mis reflejos de madre me hicieron abrir los ojos y sujetarlo antes de que cayera del ataúd.
—Dios mío —jadeé, sintiendo que el corazón se me salía del pecho—. Estamos a salvo, debemos estarlo.
Eso quería pensar, y por un momento deseé que apareciera Andrei. Al menos con él tenía la seguridad de que, mientras me comportara bien, estaría a salvo. Sin embargo, no sabía nada sobre la persona que Sonia me había mencionado. Confiaba en ella a morir, así como en mis padres, pero no en que fueran más poderosos que mi secuestrador.
Hice que Alistair se recostara de nuevo. Sollozó de nuevo, pero no intentó levantarse, lo que me permitió tranquilizarme.
—Todo estará bien —susurré—. Pronto seremos libres.
Tragué saliva y mi mirada se fijó en la intensa luz del techo. No podía ver mucho, pero seguramente estábamos en una habitación lujosa.
¿Qué sería de nosotros ahora? ¿Seguiría