Jordan volvió a recostarse, cediendo a ese momento que no sabía cuánto más duraría. No se apartó, no lo despertó, no hizo nada por detener lo que sucedía. Simplemente se quedó allí, dejando que Reinhardt siguiera durmiendo a su lado, dejando que su cuerpo disfrutara en silencio del calor que él desprendía, de su aroma intenso, varonil, de esa presencia tan sólida y fuerte que la envolvía. Su brazo musculoso la rodeaba y Jordan se permitió quedarse así, acurrucada junto a él, hasta que el sueño volvió a vencerla.
Pasó media hora antes de que Reinhardt despertara. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue que ella seguía allí, entre sus brazos. Jordan seguía dándole la espalda, así que Reinhardt levantó un poco la cabeza, viéndola dormida con el ceño ligeramente fruncido y el cabello alborotado. Sin pensarlo, se acercó a su cabello. Era lo que más le gustaba hacer en esos momentos: hundir el rostro entre esos mechones oscuros y respirar el perfume que siempre la acompañaba, uno tan