C216: Hasta que yo te perdone.
Los gritos desesperados de Jordan se deslizaban por las calles como un eco punzante que rompía la calma de la cuadra. Su voz se alzaba entre la multitud, enrojecida de ira y vergüenza.
—¡Suéltame! —bramó—. ¡Suéltame, Reinhardt! ¡Quítame esto de encima, maldito! ¡Esto es humillante!
Sus alaridos no hacía más que sumarse al creciente murmullo de los transeúntes que se detenían a observar el escándalo. Jordan forcejeaba, llevando sus manos hasta su cuello, intentando desprender el frío acero que lo rodeaba. Sus dedos, casi entumecidos por la impotencia, tironeaban de la correa sin éxito.
Por su parte, Reinhardt no aflojaba el paso ni un poco. Avanzaba sin vacilar, tirando de la cadena como si llevara a un animal salvaje al que se negaba a soltar.
—Cuanto más grites, más ojos se clavarán en ti —le dijo sin voltear hacia ella y manteniendo su paso—. Si dejaras de armar este circo, nadie se detendría a mirarte. Pero tú decides si quieres seguir humillándote sola.
—¡¿Y qué esperas que haga?!