Reinhardt guardó silencio durante unos minutos más, aunque sus ojos no se apartaban de ella.

—No lo sé —soltó—. Pero lo he intentado. Te he querido matar muchas veces… y no lo he hecho. No fui capaz de cumplir ni una sola de las amenazas que te hice, ni siquiera ahora. Preferí ponerte una cadena antes que tener que romperte las piernas. ¿Lo entiendes?

Jordan parpadeó, como si intentara digerir aquellas palabras, comprenderlas por completo. No sabía cómo reaccionar a esa confesión, pero ella misma le había pedido que fuera sincero, así que ahora solo podía intentar recibir la verdad sin juzgarla.

—He tenido la oportunidad de matarte muchas veces, y no lo hice —agregó él—. Lo pensé más de una vez, había una lucha constante dentro de mí, entre el deseo de hacerte desaparecer y el impulso de someterte por completo. Intenté asustarte, hacer que me temieras, para que al menos eso te impidiera escapar. Pero ni eso funcionaba. Siempre te las arreglabas para intentar huir. Siempre.

Jordan bajó