Reinhardt volvió a aparecer con una nueva bandeja de comida entre las manos. Apenas cruzó el umbral, su mirada se deslizó por el suelo, y notó que el desastre anterior había sido atendido. El piso, antes cubierto de restos de almuerzo desparramado, estaba ahora limpio. Los utensilios, aunque aún sucios, habían sido colocados con una meticulosidad pasiva sobre la bandeja anterior.
Cuando Reinhardt entró por completo, Jordan se incorporó ligeramente, recogiendo del rincón el trapo que había utilizado y que aún estaba húmedo por el esfuerzo.
—Este trapo necesita lavarse —expuso sin mirarlo, tendiéndoselo como si devolviera una ofensa que no le pertenecía.
Reinhardt aceptó el gesto con un movimiento lento, sin emitir juicio alguno al respecto. Colocó la nueva bandeja frente a ella y se agachó lo suficiente como para obligarla a mirarlo.
—No te preocupes por eso ahora. Toma —indicó, empujando la comida hacia ella—. Quiero que comas en este instante.
—¿De verdad no entiendes que no tengo ha