—¡ELOÍSA! —rugió Javier, con su voz resonando en toda la casa.
Eloísa, que estaba sentada en la sala con Olivia, alzó la vista con un leve sobresalto, pero no pareció sorprendida; en el fondo ya se lo esperaba. Olivia, en cambio, sí lo estuvo. Colocó su taza de té sobre la mesita con cuidado, mientras el hombre avanzaba a pasos largos y furiosos. Se veía completamente endemoniado y daba miedo, mucho miedo.
Cuando llegó hasta ellas, tiró la revista sobre la mesa con tal fuerza que algunos adornos de cristal vibraron.
—¡¿Qué te dije sobre esperar a que YO actuara?! —siguió gritando. Incluso podía verse cómo gran cantidad de saliva salía volando fuera de su boca—. ¡¿Qué clase de estupidez es esta?!
Eloísa miró la portada sin la menor culpa. Había hecho lo que consideró necesario.
—Papá, solo estoy compartiendo la noticia sobre mi boda —dijo sin más—. Solo quería que la gente lo supiera…
—¿Compartir? —escupió él con desprecio—. ¡Estás cavando tu propia tumba con esto! ¡¿Acaso no entiendes