—Esto no es bueno —dijo uno de sus asesores de imagen. Enzo lo miró con frialdad, no necesitaba que le resaltaran lo obvio—. La credibilidad de Valeria está en juego. Muchos socios ya exigen su cabeza.
—Entonces, que esperen sentados —respondió, cruzando los brazos. Obviamente aquello no pasaría. Jamás permitiría que le pusieran un dedo encima a su mujer.
Los cinco miembros sentados a la mesa intercambiaron miradas. Sus rostros tensos y preocupados. Nadie quería contrariarlo, pero tampoco podían ignorar el daño que se había hecho con esa “entrevista”.
—Necesitamos un plan —intervino la jefa de comunicaciones—. Algo que desmonte esa narrativa y que, al mismo tiempo, no te haga ver como un hombre que abandona a una mujer embarazada…
—Embarazada o no, ya tengo pareja, la tenía desde mucho antes de todo esto. Ella lo sabe bien. Pero solo intenta presionar con juegos sucios —la interrumpió Enzo, con voz dura. No caería en la manipulación de Eloísa así el mundo se le viniera encima—. Y teng