Afortunadamente, Francisco no se había percatado de nada. Pero ella sabía muy bien que había estado a punto de engañarlo, así que la culpa no la dejaba tranquila.
Pasó el resto de la noche cabizbaja, arrepentida, deseando regresar a casa, mientras Erick se mantenía a la distancia con aquella mujer.
Le había dicho que solo era una misión, pero estaban tan cerca, tan unidos y acaramelados, que comenzaba a dudar; comenzaba nuevamente a sentir esa incomodidad que le avisaba que los celos estaban ganando la partida.
—¿Podemos irnos? —le preguntó a su novio cuando sintió que ya no soportaba un segundo más de farsa.
—Claro, vamos a despedirnos del candidato y…
—Ve tú —lo animó. No quería estar cerca de Erick de nuevo—. Te esperaré en la entrada.
Francisco la miró con ojos entrecerrados.
Le había contado su historia con Erick, pero él seguía sin conocerlo, sin saber que el hombre que estaba en este evento simulando ser jefe de seguridad del candidato, no era otro que el mismo hombre que estuv